Promesa Pascual: Vida en abundancia
April 16, 2013
¿Aceptaran amorosamente a los hijos que Dios les dé y educarlos de acuerdo a los mandamientos de Cristo y de la Iglesia?
Ah, sí, Acepto! Esta es la pregunta que hace toda la diferencia en las parejas que realizan sus votos matrimoniales.
Hoy en dia los hijos aveces son muy a menudo vistos como una carga, o una molestia en la vida de las parejas, o un parásito más en el planeta — en estos días en que la falsa idea de “matrimonio gay” está ganando la aceptación en la cultura y en la política, nosotros los cristianos debemos seguir manteniendo el plan de Dios para la vida, consagrado en esa pregunta, esto sigue siendo el único y verdadero camino para la paternidad.
Toda nuestra sensibilidad en referencia con nuestra actitud pro-vida, está basada en esa pregunta aparentemente simple, que resulta ser muy amplia y profunda cuando la estudiamos más cuidadosamente y más de cerca.
Cada una de las palabras comprendidas en esta pregunta son de oro, llenas de significado y las consecuencias son benditas.
“¿Aceptaran” — no se demanda como un derecho, no! No es una orden de fabricación o un contrato de un subalterno. Pero si es un regalo, como nuestra fe nos asegura, el don más excelente del matrimonio.
“Con amor” — no en el miedo, y no en la dominación, no en la indiferencia. Con amor en dos sentidos: El amor por el nuevo pequeño, deseando su mayor bien, y concebido en el amor conyugal de los padres. “Todos los niños tienen derecho a ser traídos al mundo a través de un acto de amor de sus padres (casados).”
“De Dios” — hay que recordar siempre que el regalo de un hijo es de Dios y para Dios. Estos niños y niñas que llamamos “nuestros” son, en verdad, de Dios. Él nos los presta por un tiempo, y nos pide que seamos buenos administradores; a continuación, los llama de nuevo ante Él.
¿Cómo recibimos a ese nuevo pequeño (a) en nuestra familia? ¿Así?: ¿’Voy a moldearte y formarte en la persona de mi elección? O es, “¿Quién eres, mi pequeño niño, ¿de Dios? Quiero llegar a conocerte.
Quien quiera que seas, déjame fomentar la persona de singular belleza que Dios ha creado en ti. ¿Sabía usted que la Iglesia enseña que los padres no deben dirigir las opciones específicas de la vocación de sus hijos?
“Criadlos” — sí, somos la fuerza de guía para ayudar a nuestros niños a crecer en sabiduría, edad y gracia.
Nosotros somos los primeros educadores de los niños, es un hecho natural, y nunca debemos admitir que lo hagan por nosotros el estado, o un sistema escolar, o incluso un programa de CCE en la parroquia.
Ciertamente hay que delegar mucho a los demás, pero nuestra delegación tiene que estar con los ojos bien abiertos y no es una delegación completa de nuestra responsabilidad ante Dios. Tenemos tomar decisiones difíciles y determinaciones duras sobre el acceso y el uso de los medios de comunicación, de los juguetes, del tiempo y calidad de los compañeros del estudio y de la formación de la fe.
Sabemos lo que son los mandamientos de Cristo y de su Iglesia? ¿Tenemos un plan realista sobre la cantidad y calidad de educación catequética que debemos proveerles, para entender mejor nuestra fe?
Más al punto — ¿somos seguidores de la fe, observamos los mandamientos y realmente creemos?
Al pensar en lo que se necesita para criar a nuestros hijos, sólo tenemos que comprender algo inmensamente importante, y es la capacidad y la rapidez con que un niño o niña pequeño(a) observa cuando los padres dicen una cosa y hacen otra.
Si en realidad estamos abiertos a recibir a los hijos que Dios nos de, nos estamos comprometiendo a vivir la fe, a crecer en la fe, a nunca dejar de aprender y amar la fe, a Cristo y a su Iglesia — ¿reconocemos que todo esto es inseparable?
Su valiente “sí” a la pregunta que correctamente entendieron en el día de su boda, hace que la pareja se comprometa a vivir una paternidad responsable. Ellos pondrán a Dios primero y después, por encima de todo, a su cónyuge.
Después, el resto de la familia, seguido de su carrera profesional, de sus pasatiempos y de todo lo demás. Ellos serán pro-vida desde cada uno de sus corazones.
Para muchos, esta actitud les ayudará a mantener una posición ante las diferentes formas políticas u otro tipo de campaña activista en contra de la cultura de la muerte — contra el aborto, la eutanasia, la desviación sexual y todos los muchos ataques contra el matrimonio y la familia. Ese activismo es una consecuencia natural de su sí ante la nueva vida que empezaron el día de su boda.
La Pascua nos recuerda que la misión de Jesús para dar vida en abundancia (cf. Jn 10:10) se perfecciona en la promesa de la resurrección a la vida eterna. La pareja ante el altar, cuando pronuncia sus anhelantes votos “para siempre” — pero todo lo que dicen es “hasta la muerte” — están perpetuando su amor, pues los hijos que ellos tendrán, serán la encarnación de su amor y eso significará que ese amor es verdaderamente para siempre, perenne durante el paso de los años, como lo es la Pascua: Una promesa de vida en abundancia!
Maritza C. Roman-Pavajeau es directora asociada del Ministerio de Vida Familiar de el Archidiócesis.