HERRERA: Aprendiendo, reflexionando durante tiempo de pandemia
August 18, 2020
“En paz me acostaré y así también dormiré, porque solo Tú, Señor, me haces vivir seguro”. (Sal 4, 8)
En 1347, la peste negra fue una epidemia que azotó toda Europa, causada por la bacteria o bacilo Yersinia pestis. Fue una de las peores pestes que jamás haya azotado a la humanidad, y se le llego a conocer como la peste negra debido a que los infectados presentaban marcas oscuras en la piel.
Hoy en día, vivimos una pandemia declarada, conocida como Coronavirus (COVID-19) causada por el virus SARS-CoV2. Se ha propagado a todos los continentes ocasionando estragos, en especial a los mayores de edad y aquellos que tienen una condición preexistente de salud. Aun así, ante tal calamidad, recordemos nuestra fragilidad de nuestras vidas y que todos somos una familia al cuidado de Dios.
¿Qué podemos aprender durante este tiempo de pandemia? Podemos aprender mucho, y creo que puedo escribir con seguridad que posiblemente han sido los cuatro o cinco meses más extraños que jamás hayamos experimentado. Es propicio que en estos tiempos, aprendamos de la virtud de la fortaleza. El Catecismo de la Iglesia Católica lo define como “la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien… hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones.” (n. 1808).
Ahora, tener fortaleza no significa no tener miedo. Al contrario, la virtud de la fortaleza nos ayuda a no ser gobernados o dominados por el miedo, o actuar equivocadamente e impedir que hagamos lo correcto. Son tantas las anécdotas y experiencias que la humanidad ha vivido durante este tiempo de crisis y un buen número de familias han dado testimonio de haberlos convertido en momentos de bendición.
¿Cómo es esto? Para algunas familias ha sido tiempo enriquecedor de estar juntos, de poder convivir. En otras familias, he escuchado que los jóvenes han aprendido a saborear mejor sus raíces y escuchar por primera vez relatos jamás contados por sus padres. Los han hecho valorar el gran tesoro que es la familia.
Otros han compartido como su fe en Jesucristo los ha fortalecido en sus tribulaciones. Y qué decir de los momentos de oración en familia donde algunos, en gesto de solidaridad, han escrito notas de apoyo y esperanza, y las han ido colocando en las puertas de sus vecinos para decirles que no están solos.
racias a este don de la virtud de la fortaleza y su comprensión bíblica, nos ayuda a reconocer nuestra vulnerabilidad e invocar al Señor con confianza (cfr Sal 37, 5). Ya que es un don de Dios dado a sus discípulos, por lo cual, es una fortaleza sobrenatural. No basta con las fuerzas humanas para alcanzar la meta a la que está destinado. Nuestra fe Católica nos invita a que no nos olvidemos de los más vulnerables, especialmente hoy en estos tiempos de pandemia. Para poder ejercitar la fortaleza, su concesión está condicionada al reconocimiento humilde, por parte del hombre, el reconocer que nuestra fuerza reside en el Señor. La virtud de la fortaleza está íntimamente ligada con la esperanza de la vida eterna (cfr Rom 5, 3-5).
Las circunstancias de estos meses nos han invitado a reflexionar sobre el sentido, la importancia y el cuidado de la vida, en especial por nuestros hermanos y hermanas que sufren. Pareciera como si el Señor nos condujera al desierto de nuestras vidas en un total aislamiento para darnos una lección en tener una total confianza y dependencia en Él. Este tiempo nos ha enseñado varias lecciones, una sin duda es reconocer que la humanidad es vulnerable, y que todos estamos conectados entre sí, que no hay distinción social ni racial cuando se trata de infecciones. Tambien el no endurecer el corazón ante el prójimo que sufre, y a la vez, no entrar en pánico sino ejercitar la virtud de la fortaleza acompañada con la prudencia. Recuerda, que ante esta pandemia que azota a todo el mundo, nos podemos mantener en la unidad a través de la distancia.
Por último, no perdamos la esperanza y no olvidemos que “el Dios de toda esperanza los colme de gozo y paz en el camino de la fe y haga crecer en ustedes la esperanza por el poder del Espíritu Santo.” (Rom. 15,13) †
Adrian Alberto Herrera es director asociado en la Oficina de Evangelización y Catequesis en la Arquidiócesis de Galveston-Houston.