Habemus Papam: El Papa latino, migrante y humilde
April 16, 2013
¡Habemus Papam! ¡Habemus mucho por evangelizar y habemus mucha chamba! Yo me pregunto: ¿quién no ha sido capaz de atestiguar los matices que caracterizan a nuestro nuevo Papa? ¿Es una agradable coincidencia o una esperada bendición? ¿Qué planes de transformación se avecinan para nuestra amada Iglesia? ¿Es esto un anticipo del porvenir prometedor y reformador al interior de la Iglesia?
Ha sido una faena meteórica la manera en que se ha dado la toma de posesión de la silla de San Pedro; en un mismo mes hemos visto la despedida, la elección y el estreno del nuevo Papa. Semanas posteriores, todo ha sido viento en popa. Sumando a toda la avalancha de impresiones, comentarios y reflexiones que se han dado en torno a este acontecimiento no solo histórico sino también profético, me uno a la cadena de agradables reacciones que se dan en torno al nuevo pastor de nuestra Iglesia. Si para variar, nos encontramos en el “país de los sueños,” no se mira tanto como una extraña coincidencia que desde el continente de la mayoría de los católicos en el mundo, emergiera quien ahora es el líder del rebaño eclesial de Cristo.
Hay que hacer una sencilla y franca mirada para descubrir en la esencia de nuestro nuevo Papa, rasgos no muy lejanos sino casi nuestros y propios, de aquellos que peregrinamos en la ruta de una iglesia católica caminante. En primer lugar, nadie, ni los expertos ni los novatos, se atrevieron a pronosticar en los llamados “papables” a un candidato latino de este calibre. Su trasfondo hispano lo hacen aún más nuestro, incluso más allá del mismo lenguaje que nos identifica, por el contexto en el cual creció y se desenvolvió: la realidad del pueblo. Hablar de un “Papa latino” no es solo una cuestión de orgullo o altanería territorial, es saber con certeza que el afecto, la cercanía y el calor humano persiguen la personalidad de nuestro líder. Ser latino ya no es cuestión local, hoy en día, es un asunto universal.
A todo esto, le agregamos otra realidad con la cual muchos de esta iglesia católica norteamericana nos podemos identificar: ser migrantes. Hijo de exiliados italianos buscando una mejor calidad de vida, salen y se instalan en el país de Argentina encarnándose en la realidad latinoamericana. Así de manera sencilla se puede trazar la historia de nuestro pontífice, criado y crecido con la todas la dinámicas culturales del cambio, el reto social, la transformación espiritual y un llamado al que no pudo decir que no. Ser migrante es mucho más que un simple extranjero, es la mutualidad de poder combinar valores, luchas, lenguas, costumbres y primordialmente, el don de la reciprocidad en tierras ajenas que eventualmente se hacen también nuestras.
Su nombre es Francisco. Con esto evoca al santo pobre de Asís. ¿Algo más se tiene que decir? La humildad fructifica los talentos, no los contiene y prueba de ello es Mateo 25, 14-30. Es esto le agrega Santa Teresa en sus Moradas Séptimas: “...la humildad es el fundamento de todo el edificio.” Esta tiene que ser nuestra nueva catequesis en la evangelización, “Sed humildes unos con otros.” (1 Pedro 5, 5). Las palabras y las acciones no pueden cobrar mayor fuerza cuando van acompañadas de la virtud de la humildad, una virtud que nace como fruto del corazón arraigado en Jesús y María. Hoy por hoy, lo católicos estrenamos nuevo Papa que lo han traído “desde el fin del mundo.” Su nombre de pila es Jorge Mario Bergoglio, es jesuita, latino, migrante y humilde. Es nuestro Papa Francisco y como buen argentino, es nuestro nuevo Pontifi “che.”
Gerardo “lalo” Salazar es director asociado, liderazgo catequético de la Oficina de Evangelización y Catequesis.