El exito matrimonial es gracia, regalo de Dios

September 4, 2012

En unos días celebraremos el Jubileo de los Aniversarios de Bodas de Plata y Oro de muchas parejas alrededor de nuestra Arquidiócesis, quienes son una vez más el ejemplo vivo y de la permanencia de un SI al amor verdadero, a la entrega y a la fe. 
Hoy en día se ha pretendido demeritar la unión sacramental, minimizar el amor verdadero por unas ideas baratas y hedonistas de satisfacción personal que al final hacen que las personas no lleguen a ser felices.

Es cierto que muchos matrimonios fracasan, pero también hay muchos que superan con éxito cada día, las contrariedades y los retos que se presentan. 

El 16 de septiembre celebraremos los matrimonios que están celebrando su aniversario de 25 o los 50 años a las 3 p.m. en el Centro de Convenciones George R. Brown.


Estudios de expertos matrimoniales deducen los factores de éxito y de fracaso, todos ellos llegan a la misma conclusión y es que es uno el factor básico para dicho éxito o dicho fracaso: la mutua fidelidad; que no se limita a la sexualidad, si no que engloba todo aquello que forma parte de la vida en común. 

Fidelidad, obviamente entendida como entrega completa y única a una persona y sus descendientes; esa entrega que incluye ámbitos como la importancia clara y equilibrada a la vida profesional, que no puede ir en detrimento de la vida en común; la vida sexual feliz que englobe todas las dimensiones humanas y no sólo la física; la comprensión y tolerancia del otro y sus defectos, el aprecio; y por último, y no menos importante, los hijos como consecuencia del amor y la entrega mutua.

Entre las diversas causas que provocan el fracaso matrimonial hay que destacar:

1. La confusión entre el amor y el enamoramiento. La reducción del amor a una de sus partes, el sentimiento, hace que la base del compromiso sea poco sólida, lo cual predispone a la iniciación de relaciones extramatrimoniales que propician el terreno a la infidelidad matrimonial.
2. La confusión entre libertad e independencia. El matrimonio no es la mera suma de dos individualidades, sino algo nuevo originado en la entrega total y libre de dos seres. Desde ese momento del: SI, se renuncia a la independencia, aunque no a la libertad, gran regalo de Dios a los hombres. La entrega voluntaria por la que se dio el SI, es un acto supremo de la libertad de cada cónyuge y conviene actualizarla cada día. 
3. La igualdad y la diferencia. No cabe duda que hombre y mujer somos muy diferentes, pero a la vez iguales, no sólo con referencia a las capacidades relacionadas con el desempeño social, económico, sino como hijos de Dios, pero con unas realidades psicológicas diferentes, el desconocimiento de las distintas maneras de ver y afrontar las circunstancias, hacen que muchos hombres no sepan interpretar a la mujer y viceversa. El conocimiento de las diferencias ayuda a enriquecer y mejorar la convivencia. 
4. La reducción de la sexualidad a la mera genitalidad o al intercambio de placer físico. La sexualidad humana limitada a la mera satisfacción biológica es contraria completamente a la donación de uno mismo, aunque sea de mutuo acuerdo. 

En una sociedad especialmente hostil con el matrimonio, es importante plantear con una atención especialmente fuerte que el sacramento otorga la gracia para vencer los retos propios de esa unión matrimonial, pero que es cada uno quien debe hacerse cargo de recibir y permanecer en la gracia. Como lo cita la Carta de Santiago 1, 14-15 “Cada uno es tentado por sus propios deseos que le atraen y seducen, estos deseos una vez concebidos, engendran el pecado y el pecado una vez crecido, engendra la muerte.” †