A Shepherd's Message - May 10, 2016

May 10, 2016

In my last column I began some reflections on Pope Francis’ Post-Synodal Apostolic Exhortation on Marriage and the Family, “Amoris Laetitia.” I centered my comments on chapter four, especially the pope’s writing on a beautiful passage of St. Paul’s First Letter to the Corinthians, chapter 13. This is the basis for his further writing on marriage.

After writing about the reality of love as kind, generous and non-resentful, the Holy Father unpacks the meaning of Paul’s words: “Love takes no account of evils.” In other words, love forgives. Love is always rooted in a positive demeanor about the weaknesses of others. For example, the faults and mistakes of a spouse can harm the bond of love and even the stability of the family. In such cases forgiveness is not easy. Quoting St. John Paul II, Pope Francis writes that “...family communion can only be preserved and perfected through a great spirit of sacrifice... a ready and generous openness of each and all to understanding, forbearance, to pardon, to reconciliation.” Sometimes discord and selfishness can truly attack this communion. Forgiveness in these instances serves as a liberating force both to the one forgiven and the one who forgives. Each person has his or her history which must be accepted if he or she is to forgive since everyone can recall one’s own faults. Pope Francis then gives a beautiful and short meditation on being forgiven by God, a love that is unconditional, a love that cannot be bought or sold. When this love is experienced and treasured there arises a real capability to forgive.

“Love bears all things.” (1 Corinthians 13:7) When the Pope comments on these words, his great pastoral service and experience becomes very apparent. He writes that these words of St. Paul deal with the use of the tongue! Love requires us to temper our judgments, to restrain the impulse to verbally punish others with condemnations. When we speak ill of others, of our spouses, of our families, we enter into a destructive way of asserting ourselves. The tongue then becomes a world of iniquity “that stains the whole body.” The tongue of love, however, cherishes the good name of others, even of our enemies. Though we must always seek to uphold God’s law, we must never forget the simultaneous requirement of love, that is “bears all things.”

In family life, the Pope reminds us that we need to cultivate that strength of love “which can help us fight every evil threatening it.” Love never gives up!

The Holy Father then enters into a discussion of conjugal love, the love of husband and wife. This is a very dense and profitable final section of chapter four and I will resume my reflections on it in a summary way in a future column. Let us keep reading! †


En mi última columna empecé algunas reflexiones sobre La Exhortación Apostólica Post-Sinodal del Papa Francisco sobre el Matrimonio y la Familia, "Amoris Laetitia." Enfoqué mis comentarios en el capítulo cuatro, especialmente el escrito del Papa sobre el hermoso pasaje de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, Capítulo 13. Esta es la base para la continuación de su escrito sobre el matrimonio.

Después de escribir sobre la realidad del amor como amable, generoso y sin resentimiento, el Santo Padre elabora en el significado de las palabras de Pablo: "El amor no tiene en cuenta los males." En otras palabras, el amor todo lo perdona. El amor toma siempre una actitud positiva con las debilidades de los demás. Por ejemplo, los defectos y los errores de un cónyuge pueden dañar el vínculo de amor e incluso la estabilidad de la familia. En tales casos, el perdón no es fácil. Citando a San Juan Pablo II, el Papa Francisco escribe que "…la comunión familiar se conserva y se perfecciona a través de un gran espíritu de sacrificio…de una disponibilidad generosa a la comprensión, la tolerancia, el perdón, la reconciliación por parte de uno y de todos". A veces, la discordia y el egoísmo pueden atacar realmente esta comunión. El perdón en estos casos sirve como una fuerza liberadora tanto para el que es perdonado como para el que perdona. Cada persona tiene su propia historia la cual debe aceptar y estar dispuesta a perdonar ya que todos tenemos nuestras propias faltas. El Papa Francisco ofrece entonces una corta y hermosa meditación sobre el perdón de Dios, un amor que es incondicional, un amor que no puede ser comprado o vendido. Cuando se vive y se valora este amor surge entonces una verdadera capacidad de perdonar.

"El amor todo lo sufre." (1 Corintios 13: 7) Cuando el Papa comenta sobre estas palabras, su gran servicio pastoral y su experiencia se vuelven muy evidentes. Él escribe que estas palabras de San Pablo tratan sobre el uso de la lengua! El amor nos obliga a moderar nuestros juicios, para frenar el impulso de condenar y con ello castigar verbalmente a otras personas. Cuando hablamos mal de los demás, de nuestros cónyuges, de nuestras familias, entramos en una forma destructiva de afirmarnos a nosotros mismos. La lengua se convierte entonces en un mundo de maldad "que tiñe todo el cuerpo." El lenguaje del amor, sin embargo, aprecia el buen nombre de los demás, incluso de nuestros enemigos. Aunque hay que buscar siempre cumplir la ley de Dios, no debemos olvidar la exigencia paralela del amor, que "todo lo soporta".

El Papa nos recuerda que en la vida familiar tenemos que cultivar esa fuerza del amor "que puede ayudarnos a luchar contra todos los males que la amenazan." El amor nunca se da por vencido!

El Santo Padre entra entonces en una discusión sobre el amor conyugal, el amor de marido y mujer. Esta es una sección final muy densa y beneficiosa del capítulo cuatro y voy a retomar mis reflexiones sobre este tema de una manera resumida próximamente. Continuemos leyendo! †