A Shepherd's Message - Holy Week 2024
March 12, 2024
The days of Lent and Holy Week tend to arrive and beckon to us while we are in the midst of many other preoccupations, duties and amusements — from matters of work, business and family — to diversions and entertainments in sports or music. In fact, these very days of focus and concentration may appear as distractions and intrusions on our daily life. Holy Week, in particular, does intrude on our ordinary existence. It is meant to do that. It wants to interrupt us. Business as usual ceases.
The days of Holy Week cause us to step back, think and contemplate, celebrate liturgically and in moments of personal devotion, sing and pray in unison with the whole Church and realize that CHRIST IS THE CENTER.
We celebrate the life-giving days of His Passion, death, burial and Resurrection. But these days — these events — are not in the past tense, even though certain historical circumstances surrounding them are past. Christ is risen now, and the yearly observance of His final earthly days, His entrance into Jerusalem, final conflict with His known and unknown enemies, His contest with Satan in the Garden of Gethsemane, His arrest, death and burial, and His Resurrection on the third day, all point to something contemporaneous with each of us: His mysterious loving presence and His guiding us to the Father.
In Holy Week, we do not deal with a series of memorial services for a “nice” dead man but an encounter with the Living God. None of this is trifling!
On Passion (Palm) Sunday this year, after the initial blessing and procession with palms, we listen to the Passion narrative according to St. Mark. This Passion story is truly stark and dark. St. Mark is perhaps the most uncompromising in showing Jesus’ gradual abandonment by all, especially the loss of His Apostles who fled.
St. Mark also remembers that immediately at Jesus’ death, the veil of the temple is torn in two as if to comment that the presence of God is no longer to be found in the Holy of Holies, which enshrined the law, but in the broken body of the Father’s Crucified Son. A pagan centurion (what an irony) is the first to express belief: “Surely this was the Son of God.”
On Good Friday, the Passion narrative of the Gospel of St. John is proclaimed. Though the major details agree with St. Mark, the overall attitude is one of serene confidence and final glory as the Son of Man “is lifted up” on the Cross where He can then draw all to Himself.
Especially noteworthy are the scenes before Pilate where the chameleon governor seems Himself to be on trial. The Veneration of the Cross that follows this account is thus not only a making real of Christ’s sufferings and death but a genuine homage to a victorious King who reigns from the wood of the Cross.
In between Sunday and Friday, the evening Mass of the Lord’s Supper on Holy Thursday is a quiet moment of intensity where the Gospel of the Washing of the Feet and the new Commandment to love one another is enacted in the rite of the washing of the feet, with a collection taken for the needs of the poor. Jesus Christ is the new Paschal Lamb. His new Passover is renewed at each Mass and is poignantly recalled on Holy Thursday.
The Easter Vigil is celebrated on the night of Saturday and already anticipates Christ’s resurrection in the Rite of the Blessing of the New Fire, the procession with the Paschal candle, and the beautiful text of the Exultet, which cries out that Adam’s sin is a happy fault that gained for us so great a Redeemer. The Vigil Readings, which extensively teach us about Creation, Exodus, Prophet’s waiting, warning and anticipation, St. Paul’s exhortation to be raised up with Christ, and the first Resurrection Gospel, is a liturgical Catechism in miniature.
The initiation of new members by Baptism, Confirmation and First Eucharist makes real the reason for the Easter Glory of Christ — to spread that glory throughout the world by those who are always being converted to witness Christ in His Church.
Holy Week may seem to be an interruption, a time to be ignored. Yet, if we enter into it with even a modicum of attention, we experience a hot molten core of brightness. Such matters strengthen our faith.
(Photo by James Ramos/Herald)
Los días de Cuaresma y Semana Santa tienden a llegar y hacernos un llamado mientras estamos en medio de muchas otras preocupaciones, deberes y diversiones – desde asuntos de trabajo, negocios y familia – hasta diversiones y entretenimientos en deportes o música. De hecho, estos mismos días de enfoque y concentración pueden aparecer como distracciones e intromisiones en nuestra vida diaria. La Semana Santa, en particular, se entromete en nuestra existencia ordinaria. Está destinada a hacer eso. Quiere interrumpirnos. La vida cotidiana cesa.
Los días de Semana Santa nos hacen dar un paso atrás, pensar y contemplar, celebrar litúrgicamente y en momentos de devoción personal, cantar y orar al unísono con toda la Iglesia y darnos cuenta de que CRISTO ES EL CENTRO.
Celebramos los días vivificantes de Su Pasión, muerte, sepultura y Resurrección. Pero estos días – estos eventos – no son en tiempo pasado, aunque ciertas circunstancias históricas a su alrededor ya pasaron. Cristo ya resucitó, y la observancia anual de Sus últimos días terrenales, Su entrada a Jerusalén, el conflicto final con Sus enemigos conocidos y desconocidos, Su lucha con Satanás en el Jardín de Getsemaní, Su arresto, muerte y sepultura, y Su Resurrección al tercer día, todos apuntan hacia algo contemporáneo dentro de cada uno de nosotros: Su misteriosa presencia amorosa y Su guiarnos hacia el Padre.
La Semana Santa no se trata de una serie de servicios conmemorativos por un hombre difunto “bueno” sino de un encuentro con el Dios Vivo. ¡Nada de esto es insignificante!
El Domingo de Ramos este año, después de la bendición inicial y la procesión de palmas, escucharemos la narración de la Pasión según San Marcos. Esta historia de la Pasión es verdaderamente cruda y oscura. San Marcos es quizás el más intransigente al mostrar el abandono gradual de Jesús por parte de todos, especialmente la pérdida de Sus Apóstoles que huyeron.
San Marcos recuerda también que inmediatamente después de la muerte de Jesús, el velo del templo se rasga en dos, como para comentar que la presencia de Dios ya no se encuentra en el Lugar Santísimo, donde se guardaba la ley, sino en el cuerpo destrozado del Hijo Crucificado del Padre. Un centurión pagano (qué ironía) es el primero en expresar creencia: “Ciertamente éste era el Hijo de Dios”.
El Viernes Santo se proclama la narración de la Pasión del Evangelio según San Juan. Aunque los detalles principales concuerdan con San Marcos, la actitud general es de serena confianza y gloria final cuando el Hijo del Hombre “es levantado” en la Cruz, donde luego puede atraer a todos hacia Sí mismo.
Especialmente dignas de mencionar son las escenas ante Pilato, donde el gobernador camaleónico parece estar siendo juzgado. La veneración de la Cruz que sigue a este relato no es solo una realización de los sufrimientos y la muerte de Cristo, sino también un homenaje genuino a un Rey victorioso que reina desde el madero de la Cruz.
Entre el domingo y el viernes, la Misa vespertina de la Cena del Señor del Jueves Santo es un momento silencioso e intenso donde el Evangelio del Lavatorio de los Pies y el nuevo Mandamiento de amarnos unos a otros se promulga en el rito del lavatorio de los pies, con una colecta realizada para las necesidades de los pobres. Jesucristo es el nuevo Cordero Pascual. Su nueva Pascua se renueva en cada Misa y se recuerda de manera conmovedora el Jueves Santo.
La Vigilia Pascual se celebra la noche del sábado y anticipa ya la resurrección de Cristo en el Rito de la Bendición del Fuego Nuevo, con la procesión del Cirio Pascual, y el hermoso texto del Pregón Pascual, que clama que el pecado de Adán es una culpa gozosa que nos ganó tan gran Redentor. Las Lecturas de la Vigilia, que nos enseñan ampliamente sobre la Creación, el Éxodo, la espera, advertencia y anticipación del Profeta, la exhortación de San Pablo a resucitar con Cristo, y el primer Evangelio de la Resurrección, son un Catecismo litúrgico en miniatura.
La iniciación de nuevos miembros por el Bautismo, Confirmación y Primera Comunión hacen real el motivo de la Gloria Pascual de Cristo – difundir esa gloria por el mundo entero por aquellos que siempre se están convirtiendo para testificar de Cristo en Su Iglesia.
La Semana Santa puede parecer una interrupción, un tiempo para ignorar. Sin embargo, si entramos en ella con un mínimo de atención, experimentamos un núcleo ardiente y fundido de brillo. Estos asuntos fortalecen nuestra fe.